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20 de diciembre de 2013

UN PASEO POR EL CAMPO


Me gusta deslizar las palmas por las briznas de hierba, inocente.
Encoger los dedos de mis pies descalzos en el charco, ocasionado por una incipiente tormenta. Empaparme con ella, y que las gotas recorran mis piernas.

Me gusta enredar las manos entre las briznas de hierba, suave.
Relajar mi espalda y abarcar el momento, cerrar fuerte los párpados, entornar la boca. Inspirar el olor salvaje y húmedo del campo.

Me gusta agarrar con los dedos las briznas de hierba, ansiosa.
Mojar mi piel entera, hundirme en la confortable tierra. Despeinar mi cabello mientras se vuela con la tempestad del viento.

Me gusta arrancar con las uñas las briznas de hierba, exaltada.
Emitir un grito y que retumbe lejos, como un eco, a lo lejos, a la nada, egoísta.


Y así me gusta,… así, amor. Así me gusta cuando te guío a que explores el monte conmigo, mientras aprieto contra mí tu cabeza.

3 de diciembre de 2013

BÉSAME


Bésame.
Bésame cuando la cima ya haya alcanzado,
y tú en el primer ascenso todavía estés mirando hacia arriba.

Bésame.
Bésame aunque tu boca entre las barras de acero no quepa,
y yo encerrada en la celda añore que encajen la llave.

Bésame.
Bésame a pesar de estar sentada en el vagón,
y tú sólo veas el destello del sol sobre el cristal de la ventana.

Bésame.
Bésame cuando quiero. Bésame cuando quieras.
Bésame en lo bueno. Pero bésame también cuando no se pueda.

Deja que te bese en la boca como si bebiera de ti, aunque se haya evaporado.

Bésame cerca, pero también en la distancia.

Bésame en el aire. Dame tu beso de aire.
Que tu beso y el aire sean aire, que me haga flotar como el aire.

No dejes de besarme. 
Y aunque ya no te sienta, sigue besándome.
Besa mi recuerdo.

Bésame.
Ahora. Mañana. Un día. A mí. Ojalá.

Besa.
Aunque tu beso ya sea para nadie.


3 de noviembre de 2013

PLANETA 3G


Los amantes se deseaban, pero no podían abrazarse. Cada uno de ellos comenzó a golpear con fiereza las mamparas que les separaban. Desde la cercana lejanía el uno del otro, luchaban para poder acariciar las palmas de sus manos, mas éstas sólo alcanzaban a rozar el frío cristal. Lentamente la rendición en sus cuerpos comenzó a hacer mella. Eran incapaces de romperlo, y ya sólo se miraban como dos estatuas, inertes, sin fortaleza. Entre las dos transparentes barreras, transeúntes caminaban libres. Algunos de ellos con un libro cerrado bajo la axila, otros agarrados de otras manos. Así pues, los enamorados optaron por sentarse, cansados. En sus mentes tan sólo recordaban las sonrisas que se habían dedicado, las caras tristes, las lágrimas secas en rostros hipócritas, los mecánicos guiños de complicidad. Expresiones erróneas, frases mal pronunciadas. Cerraron los ojos y se dejaron llevar, consumidos dentro de ese lugar donde estaban atrapados. Y ya sólo sentían cómo se alejaban más y más, mientras eran absorbidos por el gran agujero negro del Smartphone gigante donde vivían.

BILLETE DE 500


El motor se puso en marcha. Apoyé mi mano en el cristal de la ventanilla mientras te miraba. Llovía y estabas empapado, y veía cómo te alejabas y te perdías entre la multitud, hasta desaparecer.

-Adiós, pequeño… adiós –susurré al borde del llanto. –No olvidaré vaciar mis bolsillos cuando vuelva a meter el pantalón en la lavadora.




Microrrelato seleccionado en el libro "Bocados sabrosos III", del Concurso de Microrrelatos ACEN. Libro solidario a favor de A.F.A. (Asociación de Familiares de personas con la enfermedad del Alzheimer y otras demencias de Castellón). Si estás interesado en el libro, busca en el lateral de mi blog.


28 de octubre de 2013

EL ÁRBOL QUE NO SABÍA PERDONAR


El señor octogenario estaba sentado sobre la roca, colocada al lado de la puerta trasera de su morada campestre. Sus deterioradas e hinchadas manos, desplomadas sobre las rodillas, soportaban la lasitud de su cuerpo de señor ya mayor. Apenas miraba al frente, sólo para lanzar breves vistazos con hastío al almendro, huérfano y solitario al lado del resto de pimpollos de otras especies, y que con tanto esmero había cuidado su esposa los últimos tres años de su existencia. Se armó de coraje y decidió fijar la visión sobre éste, aunque con cierto rencor, pues sentía que no merecía su apreciación. Varios años se mantenía con vida el vegetal, pero nunca había observado en todo ese tiempo la mudanza del color de su tronco; permanecía verde, endeble y enjuto, como si se negara a evolucionar desde la adolescencia a la madurez. Ni frutos maduraban en su ramaje, siempre estaba vacío de hojas año tras año, mas no de su perenne gama rosácea, tal como si buscase perpetuar un eterno embarazo más allá de los nueve meses. Aparentaba ser un árbol frágil e inservible, pero con cierto donaire. Sus delicadas flores vivían en las ramas, amontonadas, formando de manera fascinante algún que otro trío e incluso cuartetos y quintetos, imperturbables. Pero el hombre ya no lo quería en su plantación. Siempre había pensado que ese ser vivo sin habla se le rebelaba.

–Acabaré contigo, maldito almendro. Ayer no me diste opción, pero hoy lo haré. Rosaura te sembró, pero yo te arrancaré. –gruñó el dueño con leve enojo.

Se levantó del rocoso asiento, algo torpe, a la vez que emitía un jadeo de cansancio, y se aproximó con lentitud hasta encontrarse a pocos metros del mismo. Al costado había un hacha clavada sobre un pequeño tronco talado. Tensó la mandíbula y frunció el ceño para proporcionarse arrojo a sí mismo, y aún con debilidad agarró la herramienta. Hizo ademán de golpear el filo contra la delgada corteza aceitunada, pero las fuerzas le flaquearon. Lanzó el utensilio a la arenosa tierra labrada, y se dejó abatir.

– ¿Por qué no me dejas acabar contigo, miserable? Nunca me serviste. Sólo le fuiste útil a Rosaura. 
–refunfuñó mientras derrumbaba la mirada a sus pies.

El colérico longevo permaneció mudo un instante, como si pretendiese escuchar la respuesta del almendro, sin embargo éste se limitó a contestarle con una trivial agitación de sus ramas, movidas por una corriente de brisa fresca. Y tras ello, percibió el silencio de varios segundos infinitos.

–Siempre se lo recordaba. Las cosas se hacen a mi manera y en mi huerto mando yo. Eso le decía. Pero ella nunca hacía caso. –continuó con cierta rabia contenida.

Se sentó fatigoso bajo la floreada copa del árbol, y apoyó su columna sobre él. Cerró los párpados y relajó sus manos a ambos lados de su torso ausente.

–Ella siempre se reía... Demasiado despreocupada era. Siempre danzando como una ingenua, como una niña. Y yo le reñía. –siguió con su discurso, mientras transmutaba su estado de ánimo. –Ni descendientes me dejó. Ni un hijo me pudo dar... –finalizó con un hilo de voz.

Volvió a reinar el silencio, pero el viento ya no estremeció de nuevo los esqueléticos brazos de madera del almendro. El hombre abrió la boca, que había dejado sellada, para pronunciar con resentimiento alguna otra frase; pero apenas se lo permitieron las cuerdas vocales. Le brillaron las pupilas.

–Rosaura… Rosaura… –musitó. –Tan bonita siempre, tan coqueta… con las flores que te colocabas en el cabello…

El abuelo terminó de debilitarse, y comenzó a respirar fuerte mientras entraba en un estado onírico. De inmediato, tras su espalda el color esmeralda de la corteza comenzó a oscurecerse y a adquirir una robustez inusual, de forma paulatina, y una a una, las flores que vestían la melena del almendro fueron desprendiéndose de sus asideros, gráciles como lágrimas, ligeras, tenues. Se quedó el árbol en completa desnudez sobre un vivo manto aromático, y la última de ellas cayó sobre sus arrugados labios, a la par que se deslizaba con sutileza. 

Y al fin, de un brote nació un incipiente almendruco.

22 de octubre de 2013

DESCANSAR (Fragmento)

Fragmento del relato "Descansar", que se me ocurrió un día interpretar de manera algo improvisada en un monólogo!






"Descansar", finalista en "Premio Narrativa para mujeres", 2012. Libro "Las mujeres cuentan".


LA INSACIABLE

Carta de picantón desamor... que escribí hace ya algún tiempo...


Querido Pepe:

Quiero sincerarme contigo de una vez,… ya no me atrae tu pene. Llevo dándole vueltas a la cabeza durante toda la noche. Sé que hace dos días que no nos hemos encontrado, y que estamos en este momento separados. Yo en la cama, tú… no lo sé. Te he traicionado. Ya está, ya te lo he dicho. Te he puesto unos cuernos monumentales. Y eso fue la misma noche del sábado, cuando te dije que me iba no sé a dónde. ¿Te acuerdas cuando me puse la mar de mona? ¿Con ese vestido tan ceñido que nunca, en tantos años que llevamos juntos, nunca me viste puesto? ¿Y ese perfume afrutado en mi cuello, que jamás, jamás me has llegado a oler?

El domingo regresé a casa tras haber tenido mi primera cita con alguien diferente a ti. Pedro, el hombre que conocí a través de una página web de contactos, una que ojeaba sin que tú te dieses cuenta, mientras casi te obligaba a que jugaras conmigo, a veces, bajo la mesa del ordenador, se comportó en el restaurante de manera muy gentil… Me abrió la puerta, me quitó el abrigo y no paró de posar su mano en mi cintura para que no me cayera en ningún momento, al sentarme, al levantarme, al ir al baño... Lo siento Pepe, pero tú nunca has sido delicado conmigo. Tú nunca has querido ni pretendido abrazarme, Pepe. Yo siempre te he acogido en mi seno a ti, amantísimo Pepe. La verdad es que el vino rosado que mi amante y yo nos tomamos debió desestabilizar la función de mi cerebelo, por eso no dudaba en protegerme con sus fornidos brazos de macho, de hombre de verdad… ¡Ups! Eh… yo… esto... Mi intención no era ofenderte, pero entiéndelo… con él no tenía la necesidad de tener que buscarle, ni calentarle, ni encenderle  para que viniese a mí cuando me apetecía hacer el amor.

¡Ay! Llegamos a su casa y en un santiamén nos acostamos en la cama. ¿Quieres que te dé detalles o mejor lo guardo para mí? De acuerdo, abre bien el ojo y lee, y escucha si puedes o quieres escuchar, pero no te me vayas a enfadar y ponerte a escandalizar… ¡Que nos conocemos! Qué torso tenía, Pepe. Qué abdominales. Qué brazos musculosos. Qué trasero… ¡Y qué miembro más grande! Aunque no tan grande como el tuyo… Sí, sé que en este instante estarás sonriendo al oír tal comparación. Te sentirás poderoso y orgulloso. Pero Pedro sabía hacer algo que tú no has sabido ni sabrás jamás. Pedro no me estuvo penetrando aquella noche como un animal, sin más... Gracias a Pedro he descubierto que tengo sensibilidad en otras partes de mi anatomía… Pedro me provoca un excelente orgasmo con la punta de su húmeda lengua. ¿Dónde está la tuya, anhelado Pepe? No tienes lengua, nunca la tuviste. Ni para lamer, ni siquiera para hablar. Lo siento, sé que estoy siendo dura, pero no tan dura como lo has sido tú conmigo siempre.

Te he engañado vilmente. Y ahora estoy pensando en ti, en mi cama, nuestra cama. He enviado un mensaje a Pedro porque quiero volver a verle. A ti ya no te quise ver más y es por ello que te mandé lejos de mi presencia ayer. Pero estoy recordándote un poco, apenas determinados momentos que pasamos juntos, sólo tú y yo y nadie más. ¿Dónde estarás ahora? Estarás ya mugriento y mudo cual vagabundo, rebuscando en algún contenedor de basura, en algún lugar desconocido. ¡Pobre! Yo lo era todo para ti. Yo era tu ángel de la guarda. Te cuidaba. No estarás bien lejos de mí pero tampoco creo que puedas volver. He enviado un segundo mensaje a mi amante, pero no se ha dignado en contestar. Tampoco descuelga el teléfono cuando le llamo.

Esta mañana pasé por casualidad por el mismo lugar donde años atrás nos conocimos, y he entrado dentro para recordarlo. La chica que nos presentó, esa joven con los pechos tan voluminosos y su eterna sonrisa, tan moderna, que no paraba de hablar y de hacer de celestina, aún estaba allí, con su perenne boca perfecta y abierta de par en par. Enfrente de ella había una mujer, como lo era yo entonces, y frente a ella su futura pareja, cómo lo eras tú. Entonces te volví a ver allí, real, como un clon tuyo, exacto. Perdóname, pero lo volví a hacer, te traicioné de nuevo, te volví a reemplazar. Espero que no te duela, ya no más. Al fin y al cabo tú ya estabas inútil, ya no podías darme eso que necesitaba.

He conquistado a un nuevo Pepe y está ocupando en este momento el hueco que tú has dejado, debajo de la manta calentita. Es mucho más vigoroso que tú, más fuerte que tú y se mueve mucho más veloz. ¡Ahh!… Ahora… Ahora no puedo… No puedo escri… escribirte… Espera, Pepe… ¡Ahhh!... Pepe… qué haces Pepe… no pares… ¡Oh!.. Sí, para… No, así no… así… así… continúa… ¡Ahhhh!... ¡Ahhhh!...

 Con amor. Tu dueña.


P.d: Rectifico… ¡Tzzzzz!... Hay algo en lo que sois idénticos… ¡Tzzzz!...  A ambos se os gastan las pilas demasiado pronto.

2 de octubre de 2013

GUERRERA

¡Y seguiré traspasando cada espejo!
¡Y seguiré rompiéndolo en muchos pedazos!
Galopando subida a mi corcel,
cual caballera agarrada a su aguda lanza.
Hasta toparme con aquél
en el que pueda besar mi reflejo.


10 de septiembre de 2013

LA FÁBRICA DE LÁGRIMAS


La fábrica permanecía aún en pie a las afueras de la ciudad, pero un ramaje de plantas secas, enredadas como serpientes, había comenzado a cubrir su fachada.
La muchacha, pequeña e ilusionada, llamó al timbre, y al rato, un hombre le abrió.
–Disculpe,... Quisiera volver a formar borrones de tinta azul sobre las letras escritas en una carta, de un hombre que me declare su amor.
Y quisiera volver a formar manchas de tinta negra sobre la tela de una camisa, de un hombre que me acoja en sus brazos.
Y quisiera volver a formar rodales de tinta clara sobre la almohada de la cama, de un hombre que en mi cabello susurre “te amo”.
Véndame uno de sus frascos, se lo ruego. Uno de esos frascos de lágrimas de emoción por amor.
–Lo siento joven, pero no puedo ayudarte. –le respondió. –Hace tiempo que las ventas cayeron. Hace mucho que la fábrica está cerrada.

Y el hombre, de un impulso, le cerró el portón en la cara.


21 de agosto de 2013

EL DESEO ETÉREO


Me gusta cuando recorres con tus dedos el curvo sendero de mi espalda, y cómo consigues hacer estremecer mi piel.
Y me gusta cuando acaricias con tu boca el recóndito escondite de mi nuca, y cómo consigues hacer revolotear mi cabello.
Y me gusta cuando rozas con tu aliento los dulces montes de mi pecho, y cómo consigues hacer endurecer mis pezones…

Por eso, cuando te añoro, voy allí y te busco. Camino mucho y tardo, tal vez minutos largos que son horas, mas no me canso porque allí llego. En lo más alto de esa elevada montaña, donde nadie nos descubra, donde seas todo para mí, donde te abarque entero, donde sólo seamos tú y yo, ahí me siento, aguardo, me desnudo. ¡No faltes a nuestra cita! Mi amado viento,… te espero.


10 de julio de 2013

EL PACIENTE ENAMORADO

Microrrelato seleccionado en el I Concurso de Microrrelatos románticos "Porciones del alma", 2013. Diversidad Literaria.


Te amo... Y por ti soy capaz de hacer sangrar mi piel para lograr que tú por mi te conmuevas,... aunque duela. Mas tú apenas me hablas, ni me miras, ni me sonríes. Y yo aún mantengo la esperanza, por eso me sigo hiriendo. Me reconforta ver tu bonita cara un ratito por las mañanas, cuando entras y me vuelves a poner en su sitio el gotero.



3 de julio de 2013

SÉPTIMO Y EN REPARACIÓN

Relato que presenté al 1º Certamen Literario de Relato Breve "La Fragua del Trovador", cuyo comienzo debía comenzar con la frase, "Se abrió la puerta del ascensor, y..."


Se abrió la puerta del ascensor y… caí. Como la pluma majestuosa de una paloma, que se desprende porque ha sido arrancada de sus hermanas, ya inservible y debilitada. Caí. Como una gota de lluvia, tan fresca y revitalizante en su nacimiento, pero que en su final se evapora. Caí. Como la gran hoja de un árbol, antaño verde y joven, mas cuando se descuelga está seca. Caí. Como los copos de nieve en invierno, muy ligeros y hermosos, aunque comunes tras su conversión a agua. Caí.

Y mientras bajaba me estaba quejando para mis adentros. Me iba diciendo que tenía que haber sido más cuidadosa, que no debía haberme anticipado. Pero a la vez me iba perdonando porque ya no era esa pluma majestuosa, ni esa gota de lluvia fresca, ni esa hoja verde del árbol, ni ese copo de nieve ligero. Era entonces una anciana y fue un despiste.

Y mientras bajaba iba dejando la estela de mis uñas en las paredes, en mi afán por sostenerme y salvaguardarme para procurar no hacerme daño.

Y mientras bajaba me temblaba el cuerpo entero, tenía miedo de lastimarme demasiado, y quería que transcurriese lento.

Y mientras bajaba retumbaban una y otra vez en mi cabeza las palabras leídas del cartel, pegado dentro de “Ascensor averiado. Disculpe las molestias.”

 Pero caí aquel día y lo estaba lamentando.

-¡Maldita sea! –me quejé durante mi desafortunado trayecto. -¡Mira que tener que estar bajando ahora por las escaleras con la pierna rota! 

24 de junio de 2013

AMA A MÍ, ME, CONMIGO


-Me gusta la línea que perfila de manera perfecta el contorno de tus labios. Me gustan los carrillos hinchados que se te están formando a ambos lados, moteados por graciosas pecas. Y tus ojos chispeantes, me hechizan. Déjame besarte. Allá voy. Me acerco, te beso,… te beso,… te beso,… ¡Cloc! ¡Ay!

Y la enamorada dejó la marca de la punta de su nariz en el espejo.



Microrrelato seleccionado en el libro "Cachitos de Amor II", del Concurso de Microrrelatos románticos ACEN. Libro solidario a favor de A.FA. (Asociación de Familiares de personas con la enfermedad del Alzheimer y otras demencias de Castellón). Si estás interesado en el libro, busca en el lateral de mi blog.

14 de junio de 2013

LA CURACIÓN

Microrrelato presentado al Concurso de Microrrelatos Fundación Pública Gallega Camilo José Cela (FCJC) 2013, cuya frase tenía que ser el arranque de "La familia de Pascual Duarte"... Yo señor, no soy malo


-Yo, señor, no soy malo… -musitó tembloroso el muchacho a su interlocutor.
Éste, un hombre que aparentaba tener más edad de la que le correspondía, con rostro demacrado e inexpresivo, le miraba de frente, inmóvil e hipnótico, con los ojos muy abiertos, pero hundidos. Le tendió la mano con el puño cerrado, y de inmediato mostró su palma, donde había tres pastillas de color blanco. Asintió con la cabeza.
-Pero a mí, desde pequeño, siempre me han dicho que no aceptara nada de desconocidos  -finalizó el joven, más sereno.
El chico abrió la pequeña puerta con espejo del armario del lavabo, y volvió a guardar las pastillas en su bote de antidepresivos.


7 de junio de 2013

REFLEXIÓN DESNUDA: GULA


Y tras abrir la despensa de mi mente, me voy nutriendo de ti; con gula, con deseo, con hambruna, con pasión. Picoteo de las migas de pan tierno de tus orejas. Me endulzo con la roja fresa de tu boca. Tomo de la bebida azucarada de tu cuello. Mordisqueo las costillas muy hechas de tu cuerpo. Rebaño la tarrina de helado de tu ombligo. Respiro. Y paro para hacer la digestión, pero todavía no estoy llena.


5 de junio de 2013

ESPERAR CIEN AÑOS PARA AMARTE

Microrrelato finalista en el "II Concurso de Microrrelatos organizado por la Asociación Valenciana de Críticos y Escritores Literarios (C.L.A.V.E.)"


Y cuando yo te busque tú ya te habrás marchado. Y cuando tú me quieras encontrar, yo ya me habré ido. Y sólo cuando tenga que ser nos amaremos. Y cuando eso ocurra todos serán cómplices de nuestro amor. Y ante sus ojos uniremos nuestras bocas, con un beso tan largo y tan mágico, que ciegos de fascinación quedarán.

Le dijo la luna al sol.




























Fotografías: LiterNauta.es


24 de mayo de 2013

EL PEQUEÑO PLACER DE UN BESO

Para personas enamoradas... 


Dame un beso dulce, como el fragmento de una onza de chocolate, cuando la derrito en mi boca, plácidamente, con la calidez de mi saliva.
Dame un beso fresco, como la brisa en la cima de una montaña, cuando golpea mi rostro, impulsivamente, en una calurosa tarde de verano.
Dame un beso inocente, como un campo sembrado de amapolas, cuando deslizo mi mano por ellas, alegremente, mientras camino con los ojos cerrados.
Dame un beso íntimo, como la luna llena, cuando la observo allá a lo alto del cielo, misteriosamente, en noches sin estrellas.
Dame un beso tierno, como el corazón de una magdalena, cuando hundo mis dedos en él, relajadamente, al salir recién hecha del horno.
Dame un beso fugaz, como la sonrisa de un desconocido, cuando espero sentada en el tren, pacientemente, y nuestras miradas se cruzan a la vez.
Dame un beso mágico, como la lluvia de una tormenta, cuando me empapa sin tener paraguas, tenuemente, hasta que vuelve a salir el sol.
Dame un beso verdadero, como los dedos de un amigo, mientras se posan en mis mejillas, silenciosamente, para secar las lágrimas…
Dame un beso de amor, de tus labios, como el de aquella vez, sinceramente, cuando nos conocimos.

Dame un beso,… vuelve a darme un beso, un beso tuyo.


20 de mayo de 2013

LA PRINCESA (DES)PROMETIDA


Microrrelato con una deliciosa venganza de amor...


La niña había estado jugando a ser mayor, se había puesto un bonito vestido, se había calzado unos tacones y se había pintado bien los labios. Había estado bailando frente al espejo, a la vez que tarareaba una melodía de cuento de hadas en su imaginación. Y tras ello, se sentó en el borde de la cama, abrió el libro a la altura que el marca páginas indicaba, y terminó en voz alta la última página que le faltaba por leer.

“(…) y la primera de las noches la princesa esperó sobre el lecho de su alcoba, emocionada, pues su príncipe iría a buscarla, y la montaría en su blanco corcel, tras haber vencido con su sable al dragón de cuatro cabezas.

De nuevo, la segunda de las noches la princesa esperó sobre el lecho de su alcoba, emocionada, pues su príncipe iría a buscarla, y le apartaría las ondas de su cabello, para susurrarle tiernas palabras cerca de su rostro.

Y al fin, la tercera de las noches la princesa esperó sobre el lecho
de su alcoba, emocionada, pues su príncipe iría a buscarla, y la tomaría con sus robustos brazos, mientras le propinaría un dulce beso de amor.

Esperó durante horas, mientras se atusaba con las púas de sus dedos el cabello. Y ya cuando sobrevino la noche, de tanto cansancio se quedó dormida.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.”


La muchacha cerró el libro, cogió su bolso y se fue a la discoteca con sus amigas.


19 de mayo de 2013

RECETA DE CORAZÓN A LA VINAGRETA


Precio: económico
Dificultad: fácil


Ingredientes:
- 1 corazón joven y tierno
- Una pizca de besos y 1 pizca de caricias, a partes iguales
- Una cucharadita de cariño
- 1 buen chorro de promesas
- 1 ramita de mentiras
- Guarnición: Enamoramiento al gusto


Procedimiento:
- Separamos el corazón tierno. Lo lavamos bien para eliminar restos. Lo secamos con cuidado para no romperlo. Lo colocamos sobre una cacerola nueva. Sazonamos con la pizca de besos y la pizca de caricias. A continuación añadimos la cucharada de cariño. Lo impregnamos bien con nuestras manos, hasta que se vaya empapando por todas partes con la mezcla. Cuando esté bien revuelto todo, cubrimos con el chorro de promesas. Dejamos macerar durante un tiempo. Cuando el corazón haya absorbido gran parte del jugo lo calentamos a fuego fuerte. Mientras tanto vamos preparando la guarnición de enamoramiento y la dejamos preparada en el plato. En cuanto el corazón esté bien hecho y meloso, lo sacamos de la cacerola. Lo introducimos en el mortero junto con la ramita de mentiras, y machacamos, machacamos y machacamos hasta que se deshaga completamente. Lo añadimos a la guarnición y… ¡Listo para comer!


18 de mayo de 2013

REFLEXIÓN DESNUDA: LLUÉVEME, AMOR


Acurrucada dentro de la cama, sólo una lamparilla de noche me alumbra. Fuera comienza a llover, y nos miramos. Con los ojos entornados, muy cerca, frente a frente, de lado, descubiertos, sin telas, desnudos, tan cálidos, tan íntimos, tan nosotros dos. Nadie más. A cada gota que suena sobre el cristal de la ventana, nos acariciamos con un beso, casi al compás. La lluvia crece, también nuestro frenesí. Adosados, abrazados, abarcados. Pecho con pecho, piel acariciando a piel. Llueve más fuerte, el cielo se enfurece. Descarga su pasión sobre el tejado de nuestro rincón. Interrumpo un beso. – Hazlo,… ahora –susurro sin escuchar mi voz. Y ya estás sobre mí, sin darme cuenta. Y ya estás dentro de mí, y me doy cuenta. Unidos, fundidos, amarrados. Hacemos el amor. Graniza fuera y la luz de la lámpara se entrecorta, pero ahí estás, te veo, te siento, tan profundo que casi alcanzas a rozar mi corazón. Lo acaricias, lo dejas, lo tocas, lo abandonas,… Un último trueno, y la oscuridad se instala en la habitación. Ya he llegado. Y ya ha cesado. Y ya no hay tormenta, ya no hay nada. Sólo charcos fuera. La luz regresa y abro los ojos. Y no hay nada. Sólo un charco dentro, mi espalda envuelta en sudor en la cama. Y ya no hay hombre, ya no hay nada…



17 de mayo de 2013

UN FALSO CABALLERO

Relato presentado al premio de relato breve El País, Círculo de Bellas Artes y Alfaguara 2011. El texto debía comenzar con las primeras líneas de El Quijote. “En un lugar de la Mancha (…) galgo corredor”


     -¿Ese hombre seré yo?- preguntó el hombre que escuchaba tal afirmación, interrumpiendo una vez más, obsesionado por saber, la oratoria proveniente de los labios finos, disfrazados con carmín mal trazado, de la pitonisa destartalada y caracterizada como una maga del medievo, que se encontraba frente a él, hipnótica ante una gran bola de plástico usurpador del verdadero cristal. La bruja retorció con desgana su gesto, tras haber sido molestada por el cliente en el culmen de su predicción. No pronunció ni una palabra, sólo se limitó a mostrar, ante el semblante incrédulo del estafado, la palma derecha de su mano colmada de anillos de oro y pedruscos ostentosos, haciendo ademán de recibir el precio de su sesión. El señor gruñó, y entre murmullos resentidos introdujo su mano dentro de la cavidad ceñida del bolsillo de su pantalón, para sacar un billete bien plegado, que sostuvo unos segundos entre su mano sudada y apretada de avaro. Pero antes de intentar despojarse de éste, estudió esa última cábala que había sentenciado la vidente; por fin había entendido con claridad el mensaje de su boca coloreada con tintes de locura, e imaginando que su porvenir seguiría discurriendo como un auténtico caballero, galán, valeroso y conquistador, sonrió complaciente, abonando la cantidad fijada. La adivinadora de futuros, con leve malicia, observó los andares orgullosos, aunque ridículos, del satisfecho discurrir hasta la salida del local. –Existen personas que deben aprender a mirarse en un espejo- murmuró entre dientes.

     
     El ambicioso regresó a su hogar. Se despojó de sus zapatos costosos de cifras incalculables y se reclinó sobre los almohadones de su gran sofá de piel de bisonte, procedente de las más altas cumbres de las praderas de vaya a saber usted dónde. Extendió su brazo hacia una mesa de mármol próxima, y se sirvió, sin mover ni un músculo de su orondo tronco de sibarita, una copa de vino exquisito. Humedeció con un sorbo del líquido embriagador su laringe, e izó la copa en alto.
 -Tengo riquezas, tengo honores, tengo mujeres y poder- se dijo. Emitió una amplia risotada endiablada. La bebida espirituosa resbaló de un golpe dentro, con ansiedad, alojándose en la redondez de su vientre embarazado. -Y tengo buenos vinos, y buenos manjares, y un criado que me sirve cuando quiero- presumió, observando las gotas grana que permanecían adosadas a los bordes cristalinos de la copa. Su abdomen resonó, tal como si una criatura alojada en él se hubiera rebelado. -¡Y tengo hambre!- vociferó a la nada.
   
    El criado del opulento, un chico alto, huesudo y desgarbado, ataviado con un viejo uniforme grisáceo, apareció fugazmente ante su presencia. Cualquier ser que trabajara allí no sentía la necesidad de acudir ante el gran patrón cuando se mencionara su nombre, porque carecían de él, de nombre, de rostro, de identidad. Bastaba escuchar uno de sus bramidos para cerciorarse de que se debía acudir ahí, en cuestión de milésimas de segundo, frente a su imagen de ogro grotesco. El grito de su bestia estomacal, reclamando algún alimento para deglutir, fue escuchado incluso por el chico. -¡Comida!- ordenó famélico, como si devorase las palabras omitidas de su mandato a mordiscos.
  
   El sirviente corrió hacia la cocina. Regresó en un intervalo escaso de tiempo con una bandeja resplandeciente de plata cargada de multitud de alimentos grasientos, ingredientes culinarios dignos de ser sebo de puercos. El pecador de gula rebosó sus manos de comida y la embutió con afán dentro de su boca. Comía y gimoteaba de placer, febril, salpicando de restos alimenticios el espacio vital que le separaba de su esclavo, de pie frente a él, expectante en el acontecimiento. -¡Más vino!- volvió a dirigir escupiendo un pedazo de solomillo.
   
     El mísero cogió la botella de vino, defectuosamente colocada en la mesita por su dueño, y llenó la copa, aún con restos fósiles del vino anterior. El chorro aromatizado con alcohol caía sobre el recipiente de cristal, cuando una mano rabiosa del señor de la casa decidió tirarla, fragmentándola en pedazos punzantes y provocando una gran mancha sobre el suelo impoluto del salón. -¡Sirve otra copa limpia!- sentenció.  Asió la bandeja metálica para recoger los desperdicios, y defendiéndose tras ella de los sapos y culebras sobresaliendo al exterior del cuerpo del mezquino, se dispuso a reparar tal desperdicio, pero agarró un puñal de cristal, el más agudo y afilado, semejante a la punta de una lanza, y amenazando la faz temerosa de su enemigo, le reclamó sus pertenencias. El pérfido caballero fue deshonrado, y entre sollozos le regaló al delincuente una gran parte de las riquezas que había macerado. Y tras el suculento botín, las piernas esqueléticas del pícaro comenzaron a correr; huyó tan célere como un galgo. El llorón se levantó con dificultad del hueco sudado que su trasero inmenso y apoltronado había efectuado, y todavía agitado, se dirigió al ventanal para contemplar semejante andanza del insignificante lacayo. Desde allí escuchó el rugido de su rocín flaco de dos ruedas siendo arrancado por su nuevo propietario, y su porte de hidalgo audaz desapareciendo calle a través.  En el reflejo del cristal, sólo pudo presenciar la imagen de un patético derrumbado, con una panza tripuda. Reconocía, al fin, su rostro.


Relato "Descansar"... fragmento

Cuando me miro al espejo, mi imagen es la tuya. Mi mirada es idéntica a la tuya. No me gusta mirar mi reflejo, no me gusta mirar mis ojos. Ya no los veo bonitos como de joven. Antes tenía unos ojos enormes y brillantes, brillantes y radiantes, parecía que hablaban diciendo ¡soy dichosa! Pero ya no cuentan eso. Ahora los veo demasiado feos, como los tuyos a veces, cuando me acercaba a ti de pequeña en tu habitación, después de que el señor padre saliera de ella abrochándose el cinturón. Y cuánto aguantabas. Y cuánto me decías que aguantara. He de irme ya.

"Descansar". Finalista Premio Narrativa para mujeres 2012. Libro "Las mujeres cuentan". Generalitat Valenciana.




TODA TUYA

La primera carta de amor que escribí... en Diciembre de 2011...


Querida alma de cabellos rojizos y corazón puro:

No sé cómo iniciar estas reflexiones. Me es a menudo muy fácil escribir otros relatos, historias sobre extraños seres fantásticos, tan lejanas a mí, pero soy incapaz de comenzar las letras de este encabezado para meditar sobre ti, cuando tú, en estos días, estás presente y te encuentras impregnado en mi imaginario espacio vital, a veces como presencia física, y otras, sin estar, como un aura, salvaguardándome.
Supongo que la pantalla de este ordenador, de manera contradictoria es un escudo, y no lo es el aire que circula entre mi cuerpo tangible y tu torso; es probable que a unos escasos milímetros de tu rostro, mi mente pueda pensar veloz, y mis labios despegarse, al fin, para expresar, en poco tiempo, lo que quisiera explicar en estas líneas, en principio, incoherentes.

Dame un segundo para idear. Deja que te piense. Permíteme que te robe la cara un instante. Cédeme tu mirada llena de timidez deliciosa. Ayúdame a transportar hasta mí tu sonrisa de ángel. Ya te veo. Te tengo aquí… Puedo escribirte.

Existen personas que, tras el latigazo de una traición de amor, se vuelven heladas, y duras, y opacas, “¡cuánto le amé, y que poco supo valorarlo!”, “¡ofrecí mi calor sincero, para retornarme tristezas!”, “¡nunca confiaré más en nadie!”…, qué conjunto de palabras huecas. Yo supe, desde la última secada de mis breves lágrimas, que un músculo muy vivo dentro de mí, nunca había cesado de bombear ganas de regalar amor, amor por otro hombre… Pero, ¿qué hombre? No fue muy difícil hallar la respuesta. Una tarde, presa del ansia pero a la vez titubeante, como si fuese la participante que quisiera ganar, ambiciosa, un divertido juego de conquista, apareció por sorpresa tu gentilidad, tu amabilidad, tus palabras tiernas, llegaste tú… Y gané la partida, y apostaste también.

Y hablamos… ni poco ni mucho, simplemente dijimos lo que quisimos. El músculo bello de tu pecho palpitaba a la par que el mío, desde mi rincón lo escuché en silencio, y me contó un secreto: tú deseabas lo mismo. Y un cierto terror se apoderó de mí, de llorar otra vez, de que no fueses el caballero gallardo que rescatara a esta doncella de la guarida de su momentáneo aislamiento. Pero en un breve espacio de tiempo me envalentoné, aunque a veces no supe mostrártelo con precisión, y quise hacer caso omiso a las frases escritas, unas líneas más arriba en esta carta, por mí; supe que volvería a amar, y que tú aprenderías a valorarlo; me aseguré que sería capaz de ofrecerte mi calor sincero, y que tú no me corresponderías con tristezas; confirmé que confiaría en ti. Y confío en ti. Y quiero ser, y seré tu princesa, mi leal guerrero.
Y poco a poco, la tela de araña del cariño se fue entretejiendo. Primero se amarró un nudo confuso, pero lo conseguí romper. Sus hilos comenzaron a envolverse entre sí, de nuevo crecieron más fuertes que las primeras hiladas, y pocos días después crearon una maraña resistente, que muy difícilmente podré rasgar. Me tienes atrapada en tu red, mi amor.

Ya no me siento atacada por el desasosiego. Ahora sí te veo como un caballero andante, te acercas hacia tu damisela y con tus brazos me abrazas, vigoroso, para protegerme; y yo me acomodo en ellos, y me abro a ti como los pétalos de una flor, cuando estás a mi lado, porque tú me traes el sol.

Y quiero decirte mucho más de lo que callo. Quiero verbalizar que tu irrupción en mi vida no me ha proporcionado un simple aprecio, que no me inspiras una leve estima; deseo proclamar a pecho descubierto que todo esto es infinitamente más intenso, que me estoy enamorando,… Creo en ti, y en mí, en ambos, en este inicio de aventura fascinante de amor. No permitiré jamás ni un ápice de vacilación en la dulzura de tus ojos de caramelo, porque siempre estaré ahí, te demostraré lo que mi corazón grite. Nos merecemos viajar juntos a un reino donde sólo exista el amor franco y noble, el camino acaba de ser emprendido, y con pasos abreviados, pero firmes, llegaremos.

¡Ay! Te pienso hacer tan dichoso…

Creo que conseguí deshacerme de la coraza de esta humilde pantalla de mi ordenador. Pude escribir, y percibo satisfacción dentro. Sin embargo, sigo prefiriendo el roce de tu cara linda con la piel de mis mejillas, necesito susurrártelo cerca de tu oído.

Espérame. Yo también te esperaré. Te veré pronto. Ya estamos casi juntos otra vez… Te quiero.
De tu princesa liberada de su mazmorra.

Firmado: ninfa de azúcar