Me
gusta cuando recorres con tus dedos el curvo sendero de mi espalda, y cómo
consigues hacer estremecer mi piel.
Y
me gusta cuando acaricias con tu boca el recóndito escondite de mi nuca, y cómo
consigues hacer revolotear mi cabello.
Y
me gusta cuando rozas con tu aliento los dulces montes de mi pecho, y cómo
consigues hacer endurecer mis pezones…
Por
eso, cuando te añoro, voy allí y te busco. Camino mucho y tardo, tal vez
minutos largos que son horas, mas no me canso porque allí llego. En lo más alto
de esa elevada montaña, donde nadie nos descubra, donde seas todo para mí,
donde te abarque entero, donde sólo seamos tú y yo, ahí me siento, aguardo, me
desnudo. ¡No faltes a nuestra cita! Mi amado viento,… te espero.
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