Querido Pepe:
Quiero sincerarme contigo de una vez,… ya no me atrae
tu pene. Llevo dándole vueltas a la cabeza durante toda la noche. Sé que hace
dos días que no nos hemos encontrado, y que estamos en este momento separados.
Yo en la cama, tú… no lo sé. Te he traicionado. Ya está, ya te lo he dicho. Te
he puesto unos cuernos monumentales. Y eso fue la misma noche del sábado,
cuando te dije que me iba no sé a dónde. ¿Te acuerdas cuando me puse la mar de mona?
¿Con ese vestido tan ceñido que nunca, en tantos años que llevamos juntos,
nunca me viste puesto? ¿Y ese perfume afrutado en mi cuello, que jamás, jamás
me has llegado a oler?
El domingo regresé a casa tras haber tenido mi
primera cita con alguien diferente a ti. Pedro, el hombre que conocí a través
de una página web de contactos, una que ojeaba sin que tú te dieses cuenta,
mientras casi te obligaba a que jugaras conmigo, a veces, bajo la mesa del
ordenador, se comportó en el restaurante de manera muy gentil… Me abrió la
puerta, me quitó el abrigo y no paró de posar su mano en mi cintura para que no
me cayera en ningún momento, al sentarme, al levantarme, al ir al baño... Lo
siento Pepe, pero tú nunca has sido delicado conmigo. Tú nunca has querido ni
pretendido abrazarme, Pepe. Yo siempre te he acogido en mi seno a ti,
amantísimo Pepe. La verdad es que el vino rosado que mi amante y yo nos tomamos
debió desestabilizar la función de mi cerebelo, por eso no dudaba en protegerme
con sus fornidos brazos de macho, de hombre de verdad… ¡Ups! Eh… yo… esto... Mi
intención no era ofenderte, pero entiéndelo… con él no tenía la necesidad de
tener que buscarle, ni calentarle, ni encenderle para que viniese a mí cuando me apetecía hacer
el amor.
¡Ay! Llegamos a su casa y en un santiamén nos acostamos
en la cama. ¿Quieres que te dé detalles o mejor lo guardo para mí? De acuerdo,
abre bien el ojo y lee, y escucha si puedes o quieres escuchar, pero no te me
vayas a enfadar y ponerte a escandalizar… ¡Que nos conocemos! Qué torso tenía,
Pepe. Qué abdominales. Qué brazos musculosos. Qué trasero… ¡Y qué miembro más
grande! Aunque no tan grande como el tuyo… Sí, sé que en este instante estarás
sonriendo al oír tal comparación. Te sentirás poderoso y orgulloso. Pero Pedro
sabía hacer algo que tú no has sabido ni sabrás jamás. Pedro no me estuvo
penetrando aquella noche como un animal, sin más... Gracias a Pedro he
descubierto que tengo sensibilidad en otras partes de mi anatomía… Pedro me
provoca un excelente orgasmo con la punta de su húmeda lengua. ¿Dónde está la
tuya, anhelado Pepe? No tienes lengua, nunca la tuviste. Ni para lamer, ni
siquiera para hablar. Lo siento, sé que estoy siendo dura, pero no tan dura
como lo has sido tú conmigo siempre.
Te he engañado vilmente. Y ahora estoy pensando en
ti, en mi cama, nuestra cama. He enviado un mensaje a Pedro porque quiero
volver a verle. A ti ya no te quise ver más y es por ello que te mandé lejos de
mi presencia ayer. Pero estoy recordándote un poco, apenas determinados
momentos que pasamos juntos, sólo tú y yo y nadie más. ¿Dónde estarás ahora?
Estarás ya mugriento y mudo cual vagabundo, rebuscando en algún contenedor de
basura, en algún lugar desconocido. ¡Pobre! Yo lo era todo para ti. Yo era tu
ángel de la guarda. Te cuidaba. No estarás bien lejos de mí pero tampoco creo
que puedas volver. He enviado un segundo mensaje a mi amante, pero no se ha
dignado en contestar. Tampoco descuelga el teléfono cuando le llamo.
Esta mañana pasé por casualidad por el mismo lugar
donde años atrás nos conocimos, y he entrado dentro para recordarlo. La chica
que nos presentó, esa joven con los pechos tan voluminosos y su eterna sonrisa,
tan moderna, que no paraba de hablar y de hacer de celestina, aún estaba allí,
con su perenne boca perfecta y abierta de par en par. Enfrente de ella había
una mujer, como lo era yo entonces, y frente a ella su futura pareja, cómo lo
eras tú. Entonces te volví a ver allí, real, como un clon tuyo, exacto. Perdóname,
pero lo volví a hacer, te traicioné de nuevo, te volví a reemplazar. Espero que
no te duela, ya no más. Al fin y al cabo tú ya estabas inútil, ya no podías
darme eso que necesitaba.
He conquistado a un nuevo Pepe y está ocupando en
este momento el hueco que tú has dejado, debajo de la manta calentita. Es mucho
más vigoroso que tú, más fuerte que tú y se mueve mucho más veloz. ¡Ahh!…
Ahora… Ahora no puedo… No puedo escri… escribirte… Espera, Pepe… ¡Ahhh!...
Pepe… qué haces Pepe… no pares… ¡Oh!.. Sí, para… No, así no… así… así…
continúa… ¡Ahhhh!... ¡Ahhhh!...
Con amor. Tu
dueña.
P.d: Rectifico… ¡Tzzzzz!... Hay
algo en lo que sois idénticos… ¡Tzzzz!...
A ambos se os gastan las pilas demasiado
pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario