Me bebo las lágrimas
en la superficie cálida de tu boca.
Y me envuelvo
en el remolino de tus fluidos.
Extasiada,
mi desnudez ya se deja caer en la humedad de
nuestro lecho,
donde fui agitada por tu furia,
donde me hiciste chocar contra la roca
sobresaliente de tu cuerpo.
Respiro, me ahogo, respiro… me sumerjo.
Porque tú eres el aire, y yo…
la que fluye liviana.
Porque yo soy el viento, y tú…
el que corre salvaje.
Porque tú eres el mar, yo tu mar.
El mar que te espera en la orilla acostada,
somos el mar que se vuelve a marchar.