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10 de agosto de 2016

ÁRBOL

Abraza fuerte… a mí…
al aire y a la tierra,
a las gotas y a las brasas,
hasta que tus manos ardan;
culebras en mi vientre.
Y enroscadas,
apiadarme no pueda.
Hasta que tu pecho lleve,
el murmullo leve,
perenne,
de mi gemir.
(Esos besos tuyos… ¡Ay!
que son susurros y no me dejan).
Porque somos, amor,
estos robustos brazos 
retorcidos en la corteza,
una savia sola
que emana de las arterias.
Somos sudor de ámbar;
el dulce aroma de nuestros encuentros.
Somos cabellos revueltos
como hojas que se lleva el viento.
Somos raíces, somos ramas,
somos dedos de pies superpuestos.
Vello y musgo,
rocío y piel,
somos el agua que tiene sed,
somos la lluvia de la que se ha de beber.
Y amor, somos,
esa agua que nos nutre,
y ese aire que nos eleva,
y esta tierra que nos amarra,
y este fuego que nos consume.