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17 de mayo de 2013

LA ETERNA DURMIENTE

Relato erótico-romántico que escribí cuando tenía 19 años...



     Hace unos escasos minutos que desperté. Los rayos de un radiante sol despuntan a través de los resquicios de la tenue cortina de este ventanal, situado enfrente de nuestro nido; encontrando mi rostro, todavía encendido, pero derrotado. Soy un caballero que una noche, anoche, como un lobo solitario vislumbrado tan sólo por la luna en la oscuridad, y con dos lunas brillantes en sus ojos de deseo y delirio, luchó valientemente en una batalla por la posesión terrenal, aunque sin saber ciertamente si se alzó victorioso o si se hundió en la mayor de las derrotas, tan humillante, pero dulce a la vez. No me atrevo a girar el cuerpo que ostento desplomado sobre el lecho, temo encontrármela ahí, tan hermosa, como anoche. Temo no poder apartar mi mirada de sus ojos cerrados, que no me miran, pues descansan. Me la imagino recostada y preciosa, como una flor vistosa de abril, que tras permanecer abierta ante el portentoso sol, cierra sus pétalos cuando unas primeras gotas tibias de lluvia la comienzan a humedecer. Me encuentro acostado sobre mi brazo de hombre, este brazo que hace unas horas ella tantas veces tatuó con sus labios, acarició con su larga cabellera florida, en el que hundió sus manos blanquecinas de cristal y desgastó sus uñas, como si de una lima se tratase, y dejando patentes los signos del mar del placer en el que se vio sumergida. La desnudez de mi cuerpo teme encontrarse con la desnudez de su piel; y temo que mis manos robustas y mis dedos, que tanto se deslizaron por su sinuosos senderos, tanto alcanzaron la cúspide de sus montañas, y tanto se empaparon de la humedad de su selva tropical; se tornen temblorosos cuando le roce el rostro de eterna durmiente.Tan sólo escucho su respiración rítmica, pero pausada; tan contraria a aquellas exhalaciones que su boca entreabierta expulsó anoche, entre mis brazos.No dejo de pensar en ella, como si lejos de mi se encontrara, pero está ahí, a mi lado, anestesiada por el cansancio. Tan sólo he de atreverme a girar mi cuerpo y toparme con su pequeño cuerpo de porcelana, pero tengo miedo…. por qué tengo miedo, ¿ por qué?


     Acabo de escuchar un leve gemido de su boca, tan dulce, tan aniñado, y estoy helado e inmóvil, contengo la respiración, no quiero que descubra mi despertar repentino, no deseo que su mirada pueda penetrar dentro de mis pensamientos y descifrar lo que mi alma grita con el más absoluto de los silencios. Parece que el gemido se ha tornado respiración nuevamente; sonrío. Quiero observarla, pero no quiero. Quiero que mis ojos insomnes la vuelvan a esculpir, como anoche la moldearon sobre la mullida cama, donde infinitamente gocé de su suavidad, de su dulzura, de su feminidad, de su fuego de mujer. ¿Seguirá tan bella? ¿ Todavía su sonrisa permanecerá grabada sobre su rostro de plata? Y me giro lentamente. Un giro de 180 grados basta para contemplarla ahí, acomodada en la almohada levemente sudada, donde el aroma de la fragancia afrutada de su cuello erguido se mezcla con el olor del roce pasional de nuestra piel.Mis ojos recorren su cuerpo, como tantas veces lo hicieron hace unas horas, cuando todavía los rayos de sol no podían proyectar con nitidez sus encantos de mujer; confundiéndose el fuego de unas velas con el fuego de nuestros cuerpos desnudos, embriagados por el más lujurioso de los licores.

     ¡Qué hermosura de mujer!, ¡qué tierna hada del sueño! Quisiera poder despojarle de su único escudo, esta blanca sábana que la envuelve, mostrando sólo pequeños resquicios de su piel tostada, con el único sabor de mi saliva. Apenas puedo contemplar su rostro en su totalidad, pues ligeros mechones negros ondulados lo cubren; pero es preciosa, ella es preciosa. Quisiera volver a estampar mis labios sobre los suyos, más rosados que nunca, más desgastados por nuestros besos que nunca, donde todavía puedo sentir la dulzura que me brindaron cuando la rodeé con mis brazos anoche, oprimiendo sus pechos firmes sobre mi pecho varonil; todavía puedo sentir el ardor de su lengua, buscando desesperadamente una lengua con la que confundirse. Su saliva es mía; mi saliva es suya. La recuerdo sobre mi cuerpo, cabalgándome como una auténtica amazonas; mi sexo más majestuoso y engrandecido que nunca resbalando por su sexo, mi abeja posada sobre su flor. Recuerdo mis dedos apartar las olas de su cabello de mar de sus pechos cálidos ante mi mirada; todavía siento la suavidad de sus botones nacarados en el tacto de mis manos varoniles; conservo el sabor de sus pezones de azúcar en mi paladar. Incluso con los ojos ciegos, mis manos podrían visualizar las redondeces de su menudo cuerpo de dama de cristal, que como la más venenosa de las serpientes, es capaz de amoldarse a los accidentes geográficos de mi tronco desnudo, enroscándose en él. Eso es, ella es una serpiente, una serpiente que me ha envenenado,…¿Qué ha hecho de mi?

     Parece tan frágil dormida, tan empequeñecida, tan sensible, tan niña; una niña que anoche fue una mujer, un ciervo que a la luz de estas velas se volvió cazador, un cazador que con sus perversas trampas colocó un cepo en mi duro corazón, y lo despedazó. Y vuelvo a repetir,… ¿Qué ha hecho de mi? Ahora entiendo que aquel caballero que valientemente luchó no se alzó victorioso, se hundió en una rastrera derrota; pues la deseo, a ella la deseo nuevamente junto a mi piel. Necesito amarla a cada instante; dejarle satisfecha en cualquier lugar; volar a su sexo y tomar del polen de su flor; como el mismo lobo que luchaba por el dominio terrenal, buscarla en la noche y reflejar el brillo de luna de mis ojos sobre su cuerpo desnudo y vivo,… LE QUIERO.

     Pero ahora no quiero que despiertes de tu sueño, no. Quiero seguir contemplándote. Duerme y deja que este momento sea eterno, no dejes de ser mi eterna durmiente.


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